El Placer: ¿Derecho fundamental?
Hace meses llego a mi buzón de correo un artículo que fue realmente revelador, el título “El miedo masculino a la potencia sexual femenina” escrito por Coral Herrera Gomez. El artículo nos dice entre tantos datos interesantes que éste miedo masculino es uno de los fundamentos para encerrar a las mujeres en el ámbito doméstico, para cubrir sus cuerpos (desde el velo hasta el burka), para mutilarlos (dos millones de niñas al año son castradas -ablación de clítoris- a manos de sus familiares) y para estigmatizarnos como seres más próximos a la animalidad y la irracionalidad que a la cultura y la civilización humana.
También nos dice el artículo que una de las razones por las que existen entre 85 y 114 millones de niñas y mujeres mutiladas en el planeta es porque se piensa que sin capacidad para tener orgasmo, serán mujeres fieles a sus maridos. Si se mutilan masivamente es porque se sabe que todas las mujeres tienen una sexualidad tan fuerte o mayor que la del hombre, y por eso se trata de eliminarla. Porque se entiende el cuerpo femenino como para ser usado por un hombre, no para ser disfrutado por la propia mujer. Y también porque se entiende que la sexualidad femenina ha de ser controlada, constreñida, arrancada, para que no se desparrame.
El análisis de lo expuesto genera debates profundos sobre todo porque lo que se discute es la posibilidad de la mujer de expresar su sexualidad en libertad y sin violencia.
El sistema patriarcal en que socializamos, la moral nos plantea que las mujeres que expresan su erotismo y son seductoras son mujeres malas y para definirlas podemos encontrar un listado vasto de palabras que cada región ha construido, contrario a ello resalta a aquellas mujeres que se inhiben de conocer y disfrutar de su erotismo.
La lucha en este tema es una lucha titánica porque nos enfrentamos contra el imaginario, con la construcción personal de cada ser y que domina sus acciones en los espacios privados, es lo que pensamos que debemos ser y no ser, nos enfrentamos al miedo a no ser correctas, dignas y aceptables a un sistema, sin identificar quien y para que se construyen las normas dentro del mismo.
En un mundo civilizado y que supuestamente no vive en la época de la barbarie la sexualidad es una parte integral de la personalidad. No obstante para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable debemos reconocerla y defenderla en todos los espacios como un derecho fundamental.
También nos dice el artículo que una de las razones por las que existen entre 85 y 114 millones de niñas y mujeres mutiladas en el planeta es porque se piensa que sin capacidad para tener orgasmo, serán mujeres fieles a sus maridos. Si se mutilan masivamente es porque se sabe que todas las mujeres tienen una sexualidad tan fuerte o mayor que la del hombre, y por eso se trata de eliminarla. Porque se entiende el cuerpo femenino como para ser usado por un hombre, no para ser disfrutado por la propia mujer. Y también porque se entiende que la sexualidad femenina ha de ser controlada, constreñida, arrancada, para que no se desparrame.
El análisis de lo expuesto genera debates profundos sobre todo porque lo que se discute es la posibilidad de la mujer de expresar su sexualidad en libertad y sin violencia.
El sistema patriarcal en que socializamos, la moral nos plantea que las mujeres que expresan su erotismo y son seductoras son mujeres malas y para definirlas podemos encontrar un listado vasto de palabras que cada región ha construido, contrario a ello resalta a aquellas mujeres que se inhiben de conocer y disfrutar de su erotismo.
La lucha en este tema es una lucha titánica porque nos enfrentamos contra el imaginario, con la construcción personal de cada ser y que domina sus acciones en los espacios privados, es lo que pensamos que debemos ser y no ser, nos enfrentamos al miedo a no ser correctas, dignas y aceptables a un sistema, sin identificar quien y para que se construyen las normas dentro del mismo.
En un mundo civilizado y que supuestamente no vive en la época de la barbarie la sexualidad es una parte integral de la personalidad. No obstante para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable debemos reconocerla y defenderla en todos los espacios como un derecho fundamental.
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