Embarazos escolares y la doble moral discriminadora


La Estrella de Panamá, 25 de octubre de 2010  
Embarazos escolares y la doble moral discriminadora  
 
ROBERTO A. PINNOCK* pinnock2117@yahoo.com
 
He obtenido información fresca de las tentativas por modificar la Ley 29, concerniente a la protección de las menores embarazadas, para someterlas nuevamente a una de las formas de discriminación supuestamente superadas desde la última década.

Efectivamente, no es otra cosa lo que resulta cuando se insiste en excluir de los centros escolares a las adolescentes que se embarazan, especialmente cuando aún no han salido de la tutela de sus hogares de origen o peor, cuando están desprovistas de toda protección por razón de abandonos, orfandad u otra condición similar.

Lo trágico de este asunto, es que entre quienes adversan este derecho adquirido por las mujeres adolescentes para poder salir del círculo de la pobreza, están las propias mujeres. Nada más hay que ver quién es la autoridad gubernamental que está propiciando un retroceso histórico en esta materia y quiénes son las que se preparan para hacerle el coro a tal intentona.

Ciertamente, estas personas portadoras de una doble moral, no entienden (o no les conviene entender) que impedirle a una adolescente que se embaraza la continuidad de sus estudios, significa condenarla a permanecer en la condición de pobreza original, porque una vez excluida de su trayectoria escolar difícilmente vuelve a ella a corto plazo y cuando ocurre, se reinserta en una trayectoria que la inhabilita para alcanzar carreras productivas y mejor remuneradas.

He escuchado decir que el fenómeno de los embarazos en las menores crece cada día. En más de una conferencia, hemos tenido que demostrar datos en mano, que en los últimos 40 años la fecundidad en este tramo de edad no solo ha sido la más baja, sino la de la disminución más pronunciada en sus tasas.

Por cierto, la última Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva llevada a cabo por el Instituto Conmemorativo Gorgas nos vuelve a dar la razón en esta afirmación, toda vez que registró con una amplia muestra de mujeres a nivel nacional que el ‘19.8% de las mujeres de 15—19 años son madres o están embarazadas’ (ICGES, 2010:4) Lo cual, si se compara con lo ocurrido hace por lo menos un lustro cuando se hablaba de que un 22% de las mujeres de estas edades estaban en esas mismas condiciones, habrá que inventar otra excusa para ‘desestimular’ los embarazos, particularmente en las estudiantes del subsector oficial, que es donde va la mayor parte de las hijas de las vecinas de estratos pobres y de extrema pobreza. No nos refiramos a las de colegios particulares, porque ya sabemos que en muchos de estos ‘prestigiosos’ centros escolares esos fenómenos lo resuelven de otras formas ocultas.

Otro argumento manipulador de este asunto es el relativo a que las embarazadas que están en los centros escolares ‘contagian’ al resto de las no embarazadas incitándolas a tener vida sexual activa. Se sabe, empero, gracias a varios estudios efectuados en el último quinquenio, por parte del MINSA, de Organismos no gubernamentales y hasta del MEDUCA (que hoy anda dando los peores pasos para el enfrentamiento de las problemáticas de sexualidad, violencia escolar y desarrollo humano de nuestra población estudiantil) que las prácticas sexuales genitales en esta población es mucho más frecuente de lo que se quiere admitir y el embarazo es visto con menos morbosidad por las y los compañeros, que lo que lo hacen las poblaciones ‘adultas’ de las comunidades educativas.

La experiencia de un colegio oficial que llevaba a cabo un programa apoyado por las escuelas de Psicología y de Sociología de la Universidad de Panamá, donde se formó a las propias chicas embarazadas para que sirvieran de monitoras ante compañeras no embarazadas, resultó en la reducción significativa de embarazos escolares entre los años 2005—2008; es decir, no los hizo proliferar, sino todo lo contrario. Lastimosamente, el programa se descontinuó. Pero el experimento, sin duda derrumba aquella idea pseudomoralista relativa al fenómeno del ‘contagio’ y el ‘mal ejemplo’ que dan las embarazadas hacia sus pares en sus centros escolares.

Sin duda, las autoridades educativas están revelando la mayor incapacidad ante este tipo de problemáticas y les resulta más fácil lo que empeora estos asuntos, o sea, pretender ocultarlos, aunque cueste elevar la discriminación contra las hijas de nuestras vecinas de sectores pobres, impidiendo que salgan del círculo de la pobreza.

*CONSULTOR EN SOCIOLOGÍA.

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